Tus dos pechos, como dos crías
mellizas de gacela
que andan pastando entre
los lirios.
(Cantar de los cantares 4:5)
Amica mea, luz mía,
tu cuerpo se muestra frágil al paso del
tiempo, al paso del polvo y la luz,
tu cuerpo es una burbuja de flores y
golondrinas,
es la clave misteriosa en la música de
los planetas, en el círculo de agua y gran rio lácteo,
un secular estrepito de los años abandonados
por la agonía del dios desventurado que no te dio tregua alguna
lanzándote transparente para confundirte
en las tierras del sueño, donde los días son aves y caracolas,
donde la noche es una jauría de lobos
hambrientos de luna.
Amica mea, noche mía,
tu cuerpo es la estela ominosa de los
astros,
la estatua tierna que me mira, que me
reconforta con su tacto marmóreo
esta alma fatigada por la inmundicia del
espacio.
Hiperbórea,
Atlántica,
raza perdida de Eva,
origen y final,
uno y cero como la unidad universal del
nombre astronómico,
como la caída del viento sobre las manos
devoradas por la partida del animal en vigilia,
convivencia de las bestias y punto de
fuga de las caricias ígneas;
mujer que duermes abrazada a la
omnipotencia del claro ónix
y a la desparramada llama cósmica del
cielo oculto bajo tus parpados,
clama tu nombre en silencio avanzada la estación en turno,
pronuncia la marea de miradas alcanzadas por el impacto de tu meteórico beso.
Pieza única de una ingeniería exquisita,
alabanza de lo que no se puede crear,
suspiro del espíritu imantado
que se detiene en tus manos cálidas de
agua inmensa,
en tus ojos de nostálgico secreto.
Amica mea, claridad mía
gloriosa debilidad mía,
acógeme en tu pecho de mujer primigenia,
lléname de colores lluviosos todas las
venas-satélites,
dame de tu vino para sanar la sed,
cuídame de la ausencia que alimento día
con día,
recuéstame al lado de tu cuerpo de barro claro,
calma la sed que me acongoja las manos,
descúbreme
siénteme
quiero de tus labios robar el rocío del amanecer
y la abeja que zumba como
tormenta.
Mujer gacela, Amica mea,
tráeme la bienaventuranza creadora de tu
palabra no pronunciada no capturada no conocida no presentada
y deja que tus dedos que corren como
líneas en el desierto me socorran me calmen te desnuden
quiero de tu sombra tus
ojos
quiero de tu nombre la pronunciación ungida
mujer de lluvia que participas en el orden, proclama
con tu cabellera eterna la desconocida naturaleza de un cuerpo que danza al sol
mujer de cielo,
tú que has lanzado el susurro de los tiempos a través de la curvatura onírica,
permite que viva en tu memoria, en tu sombra, en el tiempo donde se expande tu mundo,
muéstrame
el enigma de tu piel, el sello de tu alma, la temperatura caprichosa
de la mañana,
muéstrame la fuerza aurea para que entienda mi debilidad,
muéstrame
y cobíjame con la dulzura de tus brazos capitales.
José J. González.
Derechos reservados.
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