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miércoles, 25 de abril de 2012

Breve poética cósmica


1.           1   Enormes rocas suspendidas giran y giran, el aire le levanta sus negros vestidos finitos, sus cabelleras adornadas de jóvenes vírgenes forman cumulo de polvo dorado. Algunas palabras se atoran en el flujo de constelaciones, en el brazo de Saturno. Somos una gran rueda que ha perdido el eje y vaga sin senito por espacios desconocidos, lejanos, lejanos. La voz que clama una misericordia desconocida ha dejado de percibirse, ha dejado de habitar los triángulos, ha dejado de pertenecer a este tiempo-espacio, ahora se repite cuidadosamente bajo la protección de otra mano, de otra mirada.

2.              Dame el cuidado de tus grandes manos que abarcan grupos cósmicos inconmensurables, levántame, enséñame a ser fuerte, a soportar lo que no se puede evitar, lo que se espera y nos da miedo; sólo tú sabes hasta qué punto puedo resistir, soy débil y puedo caer, eres fuerte; quiero que me sostengas cuando llegue ese momento, con la suavidad de tus manos invisibles, con la fuerza que de tus brazos de sol.

3.              Dame el cuidado que un niño puede necesitar al sentir el miedo terrible de sus sueños de profeta. No seré capaz de negarte, no tendré que palpar tu piel con mi piel para saberte existente, presente. Dame el cuidado que sólo se le puede dar a un animal que está a punto de emprender su gran archa; permíteme besar con suavidad tu cielo estrellado, tu viaje de gran río, tus galaxias pequeñas y enormes, perfectas y sublimes, cálidas y frías.

4.              Los círculos son las figuras perfectas que permanecen en un vacío que no se sabe como tal. Somos vida de hombre. Polvo al polvo porque es en verdad a donde hemos pertenecido desde el principio de los siglos, a través de los minutos y segundos que conforman la larga y delgada mano de la infinitud. Fenómeno negado al hombre por una fuerza arcana y terrible, conocida y dulce, llena de enojo y apacible como el seno de la amada.

5.              El viento levanta con gracia sutil la etérea tierra. Hoja con hoja se toman de la mano; los árboles de otoño les permiten jugar su última vejez que antecede a su renacimiento como fragilidad creadora. Juegan, se caen, vuelan aterrizan; se dibujan ciclos enteros, ires y venires. Muerte y resurrección.

6.              El agua escapa de nuestras manos, el tiempo también lo hace, la misma vida lo hace, lo que queremos no se queda para siempre, el hombre no se acostumbra a la impermanencia de las cosas. Vivir son constantes movimientos que a veces tiene que dar pasos al vacío para poderse encontrar a sí misma, sin ninguna máscara, tal y como es, fuera de las imperfecciones de los cuerpos contenedores. Se siente cierta atracción al vértigo, se nos pide aprender a caer, ¿lo podremos hacer sin que nos duela el abandono, el retiro de todo, el dejar para revelar? ¿Lo podremos hacer sin chistar, sin otra mano más que la que viene viniendo desde el inicio de nuestros días?

7.              Permanecemos dando vueltas a velocidades incalculables, pero no lo sentimos; ni siquiera nos percatamos del sol que nace y muere ante nuestros ojos; nos medimos. Permanecemos callados, en suspenso, entre paréntesis. Sentimos la mirada triste y lejana de alguien, la voz casi apagada de sombras que no se han revelado ni en nuestros sueños.

8.              El aire que cruza por cada rincón de la tierra, por entre las ramas de los árboles, por sobre la corriente del riachuelo, gira en un su propio eje levantando las manos al cielo y extendiendo ruegos en lenguas que nosotros hemos olvidado. La indiferencia nos devora como lo hace la ira.

9.              Esta vez el movimiento de algunos animales corriendo a campo traviesa nos enseñan que nuestra muerte la cargamos a donde sea que vayamos: el polvo. Tratemos de limpiarnos los ojos con ambas manos, veamos, observemos, entendamos. El suelo que se tiende ante nuestros pies ni siquiera nos pertenece, por qué queremos poseer lo que sabemos como prestado.

10.           Cuando alcancemos a contar todas las estrellas existentes y por nacer, tendremos el derecho de adueñarnos de algo; conocemos más de lo que está afuera, o así nos engañamos, que de lo que está adentro. No nos conocemos, ¿qué somos? Un sombra en un mundo que se percibe como juego de espejos. Representaciones de algo que no pueden ver nuestros ojos con gran detalle.

11.           Grandes edificios se levantan soberbios retando el manto azul, hogar de las aves que van de paso. El ruido de los motores rugiendo allá abajo, pasos de personas que van a un lugar antes pensado, el tiempo olvidado, perdido en quehaceres rutinarios.

12.           Alguien empuña un arma.

13.           Alguien le declara la guerra a un débil.

14.           Alguien finge vivir en armonía, es un tornado potente que va arrasando pedazos de corazones.

15.           Hemos dejado de ser para estar. Nos hemos abandonado en una mala forma, ni eso podemos comprender del todo, nuestro conocimiento de muchas cosas es más limitado de lo que puede llegar a pensarse. Arrastramos los pies para dejar un rastro preciso para cuando queramos volver, no hay vuelta atrás, que caigan las grandes estatuas de sal que se forman a las faldas de las montañas.

16.           Naturalmente, mi sangre escasea por cada pensamiento, mi cuerpo se va llenando de más vacíos cada vez que siento que uno ha sido llenado.

17.            Mis manos temblorosas sienten el miedo de una partida lejana; los perros duermen por la mañana concibiendo suertes perecederas, corren y dan grandes saltos como corderos, aunque también saben que han de ser sacrificados para calmar la ira de un dios remoto.

18.           Cada mañana surgen insectos entonando melodías que parecieran ruidosas e inservibles. Ya nada sorprende al hombre.

19.           ¿Qué tiempo no se ha revelado como tendría que haberlo hecho?

20.           ¿Qué imagen inunda tu mente, viajero de cosmos?

21.           ¿Qué sonidos te han vestido esta mañana para emprender la carrera desenfrenada al desierto?

22.           Has bebido y comido de la carne de tu hermano para sentirte limpio, para hacerte saber, para convencerte que puedes volver a ceros creyendo que tienes las manos recién salidas del agua. Incluso el agua más pura llega a contaminarse con la tierra que el hombre guarda entre sus uñas.

23.           Polvo al polvo. La tierra no hace ninguna diferencia, ella no tiene la culpa que en el barro del que nos formaran habitara el gusano corrompedor. La tierra no hace ninguna diferencia, podemos sentirnos felices al saber esto, podemos regocijarnos, hacer de cuenta que todo termina cuando tiene que terminar. La tierra no hace ninguna diferencia, claro que no, ¿cómo te siente al pensar que compartirás un lugar donde lo superior, inferior, bueno, malo no existe como tal?

24.           Bajo las grandes medidas cósmicas nos llegaremos a saber infinitos, sólo así, por el momento nos es imposible acceder a ello. Vengan tus palabras interminables a darnos el consuelo que tanta falta nos hace, vengan tus palabras a sanar nuestro espíritu que ha sufrido la herida de una espada que creíamos buena y de buen corazón.

25.           Conocer me lleva a no conocer, saber me conduce a la ignorancia. Y aunque sepa mucho de muchas causas  y efectos, en realidad alcanzo a comprender nada. Tú, que sin la necesidad de adentrarte a lo que quieres obtienes el universo entero, puedes entenderlo. Tú que sin haber leído mucho de lo que los hombres han escrito guardas en una sola molécula divina el rayo luminoso de las supernovas.

26.           Escapemos, a donde nada nos impida el abrazo mutuo con la naturaleza, donde podamos escuchar el cuchicheo del pasto y el murmullo de las hierbas a nuestro alrededor. Donde vivamos cubiertos por el cielo infinito  que se extiende a todo lo ancho de nuestras miradas. El uno y el Universo.

27.           Sé que necesitas pruebas de mi amor universal, de mi cariño que sobrevuela los campos floreados como ave cantor, como el silbido del viento jugando con la maleza, con el rubor de las olas, con la templanza del polvo solidificado, con la tibieza matutina del logos que te forma.

28.           Conduce este camino, que tus dedos caprichosos y serenos se junten en indecibles metáforas, en grandes imágenes protectoras. Conduce este camino como lo has hecho desde antes de saber de tu existencia.

29.           Buscamos tus nombres mencionados por las rocas, por los animales; buscamos tus nombres escritos en los colores de las estrellas que van muriendo, en toda centella de luz, en el titiritar de cuerpos celestes.

30.           Estás tan alto que nosotros, sobre todo yo, no podré alcanzar para contemplarte en tu proporción divina de creación. Estás en la parte oculta de la corteza de la naranja, en el movimiento impreciso de una esfera chocando con otra, y así sucesivamente; perteneces a un extraño orden de sonidos que van vagando desde los primeros microsegundos latientes de metamorfosis.

31.           Coexistencia de seres andróginos, de actos fuera de la potencia conformadora.

32.           El volumen de los cuerpos se puede conocer por la superficie que ocupan; tú estás y sigues sin ocupar un sitio preciso; te detienes a repensar lo que has creado con tus manos cósmicas; tu aliento vivifica la palabra, me voy llenando de ti.

33.           Algunas veces llego a querer comprender el prisma del que se ha desprendido todo,

34.           el prisma atado en el silencio, el prisma génesis de oscuridad,

35.           el prisma en el agua tranquila,

36.           el prisma corazón de los hombres.

37.           Hemos llegado a la incomprensión, a la intolerancia del hombre por el hombre, cada movimiento descompasado nos conduce a la oquedad, a lo que siempre ha estado suelto y oculto muy dentro de nosotros.

38.           Sólo tu presencia ha podido salvarme, socorrerme, me has desprendido de mí mismo para llevarme al lugar al que todos tememos con fuerza tremebunda: el terreno del reconocimiento.

39.           Me he entendido como finito.

40.           Me he entendido en la más asquerosa de las náuseas.

41.           Me he entendido a partir de la desesperación, que ahora ha cesado para cobrar nuevos bríos.

42.           Me he entendido a partir de tu presencia.

43.           Te pido que me brindes la protección que tanto busco.

44.           Que me permitas encontrarte cada vez que te llamo con voz débil.

45.           Que me abraces con ternura cuando me sienta acabado por la sensación de lo no-acabado.

46.           Que aceptes mi amor en una pura forma no-imaginada.

47.           Que permitas anularme para habitar un espacio cerca tuyo.

48.           Que deje este cuerpo, esta estructura estorbosa y limitada.

49.           Quiero ser siendo.

50.           Ya una vez hemos comido de ti.

51.           El acto de la palabra llenó calmosamente nuestro espíritu.

52.           Diste al movimiento de los granos de arena en el desierto otro sentido.

53.           Diste a esta vida mía, a mis viejas vidas, a mis olvidadas vidas desterradas de las antiguas razas, la paz con tan solo una mirada.

54.           Me siento no-encontrado, como suspendido dentro de algún espacio que nunca ha sido nombrado por las palabras de los hombres.

55.           Extiendo las manos al lugar que te pertenece. Puedo sentir la calidez que fluctúa de tu esencia de luz.

56.           Horado las tinieblas con el tacto sutil de los desgraciados que quiere regresar por el camino que antes habían olvidado.

57.           ¿Pueden sentir el sonido suave de las flautas?

58.           Silencio. Es lo que ha existido desde el principio, es el germen que nos compone. Silencio. Tú, silencio creador.

59.           Me falta aprender mucho de ti.

60.           Requiero de las enseñanzas que surgen de tus palabras que carecen de articulación.

61.           Requiero que me muestres los caminos del interior, de lo invisible para los ojos del cuerpo, de lo visible para el alma.

62.           Revísteme del manto de tu creación y permite que deje de habitar aquí para que comparta la natura de las vibraciones.

63.           Dejaré mi cuerpo, lo devolveré a la tierra, la gran madre.

64.           Polvo al polvo.

65.           Será ésta la única forma de alcanzar tu comunión más allá del tiempo.

66.           Cantos y cantos se han hecho para buscarte.

67.           Yo te busqué debajo de las constelaciones, entre el ruido de las piedras, sobre los nombres de antiguas montañas.

68.           Yo te busqué.

69.           Yo te busqué.

70.           Poesía, yo te busqué. Y créeme, me atrevo a decir, creo que te encontré.


José J. González
Escrito el día 8 de diciembre de 1012
Leido en el marco del II Coloquio de literatura y música
Toluca, Estado de México
Derechos reservados

lunes, 9 de abril de 2012

perros blancos

Las tres. Las tres, siempre es demasiado tarde o demasiado temprano para lo que uno quiere hacer. Momento absurdo de la tarde. Hoy es intolerable.
Jean Paul Sartre; La Nausea

Aquella noche, mientras camine en las calles húmedas y solitarias de aquella ciudad, podré ver de reojo a tres señores que se estarán acercando lentamente a mí. Trataré de caminar más rápido al sentir su presencia cerca. Ellos mantendrán el paso quieto y calmado que hace que sus largos abrigos se muevan rítmicamente. Voltearé una y otra vez para buscar sus rostros levemente iluminados por la luz de los faroles tristes; la oscuridad me ocultará sus ojos; lo único que podré percibir serán sus grandes figuras tenebrosas.
Mi paso apresurado me llevará hasta un cruce de caminos. No pasará ningún auto a pesar de que será aún temprano. Veré, a orillas de la acera, dos perros; uno negro completamente, el otro, blanco, un blanco perfecto nunca presenciado por ojos humanos. Me verán acercármeles agitado. El asfalto semejará a un gran río de aguas profundas y sucias. El can negro me lamerá la mano derecha como si quisiera que le acompañase; bajará de la acera y, con sus cuatro patas, se dirigirá al otro lado de la avenida; desde ahí lanzará un fuerte ladrido. Llamará a su compañero, éste tendrá miedo a cruzar.
Yo observaré silencioso, despreocupado de los hombres que estarán cada vez más cerca. Trataré de cargar entre mis brazos al gran animal blanco; cuando al fin lo haya hecho y esté a punto de bajar de la acera, la carretera se transformará en tierra fangosa. Nos impedirá el paso. El perro negro se alejará, se irá perdiendo en aquella oscuridad proveniente del otro lado. Sentiré la presencia de los hombres cada vez más cercana. El perro blanco desaparecerá de mis manos, me hallaré cargando nada; mis brazos parecerán estar extendidos como pidiendo misericordia a un ser ignoto y arcano.
Los edificios se levantarán como gigantes terribles. La luna se ocultará tras las gruesas nubes que se formarán de la nada. Correré temiendo caer en aquella agua espesa. Los señores desaparecerán; caminaré lento. El silencio comenzará a hacer de aquel lugar su reino. Veré el rostro de una persona anciana en uno de los cristales que sirven como puertas a un gran edificio ubicado a mi derecha. Daré un paso hacia atrás al darme cuenta que el rostro de la que creía era una persona es, en realidad, la de un gran perro con rasgos humanos.
Gritaré pidiendo ayuda. Nadie responderá. Los tres señores volverán a aparecer; se ubicarán a pocos pasos de mí, intentaré correr, pero me percataré que por más que mueva las piernas permanezco en el mismo lugar. Gritaré. Al otro lado de la gran avenida se ira aglomerando un grupo de personas, todas desnudas y con los cuerpos flageados. Me verán y cuchichearán entre ellas. Se irán convirtiendo en sombras diáfanas.
Los tres señores habrán cambiado los largos abrigos por grandes túnicas negras. Podré observar que su tamaño es desproporcional a la de cualquier hombre. No lograré verles el rostro que permanecerá oculto bajo gruesas capuchas. Podré ver al perro blanco que sostuve en los brazos, inmóvil a lo lejos como temeroso de un hecho desconocido.
Uno de los tres hombres me tomará del brazo, caminaremos por un tiempo que me parecerá toda una eternidad. Nos detendremos frente a una gran puerta de madera perteneciente a un edificio negro y opaco. La puerta se abrirá. Entraremos con paso solemne. Para ese entonces estaré guardando silencio, pues habré comprendido que gritar no me sirve de nada.
El interior del lugar se iluminará por una fuerte luz amarilla. Los tres señores me dejarán a un lado y se dedicarán a hablar entre sí. Podré sentir un suelo rocoso bajo mis pies; me percataré que estamos en un lugar repleto de grandes piedras.
Cuando hayan terminado de hablar caminarán hacia donde me encuentro. Me tumbarán al suelo. Uno de los señores me tomará de la garganta, otro más me hundirá un cuchillo en el corazón, así lo hará dos veces más. Con los ojos moribundos, veré todavía a los señores inclinados muy de cerca observando el desenlace mejilla con mejilla.
–¡Cómo un perro! –Dirán.
Cerraré los ojos hasta que deje de sentir algo. Mucho tiempo después los abriré y me miraré. Saldré caminando de aquel lugar. Permaneceré sentado en la puerta del viejo y grande edificio, esperaré a que den las tres de la tarde para que alguien entre ahí y me descubra.
Llegará el perro blanco que vi por la noche. Se enrollará para dormir a mis pies. Le acariciaré el pelo, alzaré la vista al cielo que se mostrará lejano e inalcanzable. Lejano e inalcanzable.

José J. González
Cuento escrito el día 9 de abril de 2012 a las 2:56 am.
Toluca, Estado de México
Derechos reservados