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jueves, 10 de mayo de 2012

“Die Leiber gebären nun ihr allerletztes Mal”

(Los cuerpos engendran ahora por última vez)


Con referencia a” Necrocannibal” de Moritician



Tú, gran masa, que una vez pensó, razonó e incluso amó, has caído de forma pesada al lugar de donde naciste. Cada una de tus partes que te conformaban, se han llenado de agua oscura y latiente. Verás que te es negado el acto de la resurrección.

                Con la mano diestra has dado muerte al hermano, porque pensabas que agradaba más al universo que los contenía. Su sangre se ha tendido sobre toda la tierra, sobre cada paso descompasado de los tristes viajeros que querían la paz del orden y el caos.

                Tu castigo es vagar interminables años a través de tierras y mares desconocidos, implorando el fuego cósmico para que venga a darte el fin de tu suplicio. Te desgarras la piel como lo hace el desesperado, el condenado a muerte, el olvidado. Con tus propios dedos sacas de tu interior la mierda que te ha hecho caminar para que la vuelvas a tragar.

                Quieres cortarte los pies para evitar el camino largo y espinoso; quieres devorarte los ojos para evitar ver lo que has provocado. Quieres anularte las manos para evitar tomar la espada que reta toda bondad espiritual.

                ¡Y sigues comiendo! Acaso no te has atascado la boca con la carne de tu hermano, no te ha calmado la sed toda la sangre que se ha derramado sólo para llenar tu copa de oro falso que tarde o temprano se romperá.

                Come como nunca lo has hecho, porque majar como éste no existirá dos veces. La carne que pruebas no la tocarán ni los gusanos, porque no les pertenece, hasta ellos saben guardar cierta distancia.

                Llénate las voraces manos, sucias por la basura en la que te revuelcas, y procura no manchar el mantel que se tiende solemne ante tus asquerosos pies de hombre.

                ¿Por qué te atreviste a defecar sobre el principio?

                ¿Esperas que alguien te levante la mano para saberte victorioso?

                Destrózate las costillas como los carniceros se lo hacen a los cerdos.

                No hay derecho para que vuelvas a pisar las grandes letras formadoras de toda co-creación.

                No hay derecho para mires hacia al frente sin que todo lo que se miré por tus ojos agusanados se llene de cuerpos hediondos y putrefactos.

                Que la lengua te sea cortada, porque en verdad la has utilizado mal. Destruyes con cada sonido que de ella mana. No te has puesto a pensar en la belleza innata de las consonantes primarias, y por tu estupidez se han visto manchadas.

                Que el corazón te sea sacado desde las entrañas y sea tirado a las bestias carroñeras que ahora circundan la tierra que has pisado. Que cada molécula de ese corazón marchito y negro acabe siendo una inexistencia.

                Que el estómago te sea reventado con tal violencia que te haga recordar el dolor que causaste a otros hombres, que nada tenían que ver en tu furia y guerra. Serás alimento infame para las moscas apocalípticas que se acercan veloces zumbando por el cielo manchado.

         Adoraste con enfermo frenesí el polvo y el agua pestilente de un falso placer.

         Los hijos de los doce padres-hermanos se avergüenzan de su raza.

         El brillo de las constelaciones se encargará de borrar de las grandes listas tu nombre de hombre.

         Encárguense los nombres ya olvidados y guardados por eones de desprenderte cada dedo, cada brazo, cada pierna. Que seas rebanado en canal para ser expuesto a los ojos de tus semejantes.

         Los fluidos de tu insomne cuerpo se regaran por los ríos, por los mares, la lluvia la repartirá en todo el mundo, tanto el de arriba como el de abajo.



José. J. González
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