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martes, 17 de junio de 2014

Fotografías impresas

                      Titulo: L´ OEIL DE DIEU ABSTRACCION
                      Autor:  Alfred Otto Wolfgang Scgulze, Wols



La mañana ha estado muy lluviosa y fría. El despertador me ha anunciado que son las seis a.m. y yo no quiero levantarme porque los árboles se mueven bajo el peso del agua y el silbido de las aves; que triste es ver a la gente correr a sus autos y estrellarse en el vacío de los otros. Esta mañana, con todos sus sonidos y bajo relieves, me recuerda a esa canción que apenas escuchamos el día de ayer, ¿sí la recuerdas? Se llama  Uncle Albert/admiral Halsey. Toda la tarde no me cansé de repetirla, e incluso puedo asegurarte que me aprendí de memoria dos o tres estrofas que no dejé de cantar  dentro del camión durante el trayecto hasta casa.
Este día parece ser indescifrable como esas pinturas de Burri o M. Tobey; los gatos pelean adentro y el polvo fresco y pesado bailotea sobre el paso apagado de un Flaubert olvidado en la esquina. El teléfono suena y yo no puedo echar a un lado las sábanas que asemejan tu cuerpo de trigo y vino en los viernes santificados. Esa cruz en mi frente se ha transformado en perfume de tus besos, delicioso cáliz que brota de tus senos tiernos de gacela.
¿Cuánta ha sido la angustia guardada por el señor de los mares? Ese Odiseo encalla al espíritu su nave. El agua de los árboles forma olas obtusas en el viento. Esas palomas habitan ese papel que se hunde poco a poco en el fondo del rojo de mis venas. ¿A dónde te has ido por la noche? Cuando volteé para encontrar mis dedos atorados en tus caderas, sólo observe el vació desesperado durmiendo conmigo. Me he dado cuenta que esta mañana será más fría y larga que las otras.
Hay codornices perdidas en las manos del laudero: (Continuidad de la creación) [Locus solus], Novela de simetría perfecta o Sólo llámenlo.. (Certamen de infamias), no importa que nombre lleve el texto en cuestión, la verdad no deja de dolerme la cabeza tratando de entender; esos personajes escurridizos que se arrastran en lo que pareciera ser un dolor de intelectualismo seráfico no dan tregua alguna, son navajas que hacen marañas con los ojos. ¿Qué nombre tienes, Wilms Montt? No me asombraría que tu muerte pase inadvertida como pasa el viento en el cabello de las señoritas dominicales que asisten a misa y no leen tus “cuentos”. Pon atención a las comillas.
Creo que no has leído a ese laudero que semeja a Cristo antes de la cruz; cuando lo hagas entenderás mi cefalalgia; bien pudiste hacerlo hoy pero te fuiste rápido olvidando tras de ti una habitación a la Malevitch, ordenando mis camisas y pantalones para el trabajo, levantando el perfume de nuestras miradas. Caminas en retroceso para adivinar tus pisadas, para no ahogarte en tanta agua que afuera sigue fluyendo.
Ese vino es la sangre de Dios. Los peces se multiplican cuando la tarde llega lenta montando llamas. La granada se precipita hasta mis cienes, me eres proclive a la visita de la luz y la nostalgia de la aguatinta. Que suaves se han vuelto la sombra y el gris de los Wols que se amontonan en mis paredes crepusculares; regresas siempre y te espero guardando bajo mis ropas una piel cálida, resultado del roce de tu lengua con mis labios.
Hay estambre en tu vientre. Está noche antes de que escaparas he bordado un sweater en tu interior. Estamos a medio año de diciembre y siento el frio recorrer mi medula, calcinando mis nervios que se destornillan ajenos y sin prisas.
La lluvia no ha cesado. Tengo una ligera sospecha que al salir podré encontrarte, es una sospecha a simulacro. 3… 2… 1…
Toda el agua se ha apagado y esas manos que sostienen el orden han consagrado su vida al mar y su espuma. Te bautizo como mi Virgilia.

José J. González
Cuento escrito el día 16 de junio de 2014
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