Te entrego mi cuerpo y los mecanismos de mi vida.
Siempre mantienes en tus labios el leve fulgor dela
creación cuando me besas y el tiempo comienza a desaparecer entre tus dedos,
silencio proclamado por los ojos inmortales de las centellas
y las clepsidras;
comienzas por las noches cuando te abrazo, sirena de agua
y viaje;
acaso existen nombres en tu cuerpo que no alcanzo a
saborear con el lumen del día
con la microplástica ensoñación del devenir y la gráfica
predestinación del ahora,
frágil aclamación de un amor amarrado desde el rojo de
los hilos del destino
y las aves miniaturas de pesado aletear nocturno.
¿Te he dicho a qué sabe tu silencio sobre las sábanas?
Tiene el aroma a sándalo y menta que tanto disfruto en tu
intimidad secreta
como enigmático sereno lapislázuli y cerúleo eclipsando
la despedida de nuestros misterios
como suave y volátil caricia despojándonos del magenta de
nuestros apellidos;
nunca te había conocido en la desnudes de tu inocencia
con flores y perfumes armando el vaivén de tus caderas,
arrullo cadencioso entre las plantas
que crecen hasta tus pupilas;
guardas el tiempo y su estremecimiento desencadenado de
viento,
eres suave en la noche, eres tierna en la penumbra de tu
habitación,
húmeda como el mar contenido en tu centro, cálida
iridiscencia a través de los trópicos corpóreos del ego-vos;
existen entonces oraciones encaminadas a revelar tu
nombre en el universo,
es la soltura de tu cabello cuando hace viento y sonríes
latente de curiosismo divino,
tienes un mensaje inscrito en las piernas que he querido
leer con el tacto,
mis ojos se incrustan en tu sombra diferente de vidas
diversas en la eternidad
que concluye cuando ambos dormimos, soñantes el uno del
otro
agotando la arena de los dioses en cada beso furtivo que
nos entregamos
en cada abrazo que hace sucumbir todas las Petras
antiguas que llevamos en la sangre
como reencarnaciones y ciclos infinitos; te he conocido.
Acércate, poseo en las manos el fulgor del caos para ser
desorden en tus pensamientos
rumor y bullicio cuando me aprisionas en tu cuerpo
trascendente de luz,
gloria y recuerdo al sonido de un sábado por la noche,
llegas hasta mostrarte entera sin ataduras ni prejuicios
como hermosa poesía cósmica
Ven, acércate, me entrego a ti para saciar la hecatombe
purificadora de tus deseos.