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viernes, 21 de febrero de 2014

Carencia y vacuidad



La avenida ha sido larga,
cruzamos el griterío de la gente que camina despacio;
¿cuántas aspirinas te has tomado y no dejas de hablarte?
¿Cuánto tiempo dormiste para descubrirte con un ligero aroma a depresión?
Tienes los ojos atrapados en la maraña de cabellos que te has desprendido
esta mañana, a las siete a-m, cuando te levantabas suspirando
en espera que los recuerdos se desvanezcan. 




Do murder and lust make me a man?
Ni siquiera te has detenido a olfatear la muralla de leones;
pasas de largo sosteniéndote en el alambrado de una ciudad vieja,
las horas se pegan a tus zapatos
gruñendo como el vacío de tu estómago
que no cesa de habitar tu nombre apagado.

Amarraste los gorriones cuando saliste de casa,
¿dejaste que cantaran a la madrugada?
Te despertaste porque te atorabas en la penumbra,
lloraste buscando una presencia incorpórea en tu cama,
te pareció olfatear el perfume de su tarde anterior,
miraste hacia adentro con la navaja en las manos;
han llegado los perros y sus amos
hasta ese lugar que escondes.

¿Por qué te tiemblan las manos?
¿qué sombra abraza tu piel y carne?
Te has quemado con el café
mirando el viento arrastrar hojas pardas;
hay tempestades en tu espíritu, animas,
que no cesan de dispararte.
La música ha cesado está mañana
y tus vertebras se dislocan;
las manos te saben a cenizas.

¿Hay alguien allí que pueda tenderte una mano?
Hace frio y estás desnudo como animal en invierno.
La sed se ha vuelto insoportable desde las alturas,
abajo quizá te encuentras escalando lluvias.

¿Dónde se ha escondido?
¿Dónde se ha escondido?
¡Dónde?

Quieres dormir abrazado a tu cuerpo;
la consecuencia de la soledad es un ojo con dientes
una flor patas de escalpelo.



José J. González
Poema escrito el 21 de febrero del 2014
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