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martes, 22 de junio de 2010

Oblivion de una vida pasajera

Hace tiempo que deje de soñar. He olvidado mi nombre y me he obligado a colgarme en el cuello una tarjeta con mi dirección. En ocasiones tengo miedo de salir a la calle y perderme. En verdad, la falta de vida onírica me consume por dentro. Es como un gusano invisible que se pasea por mis entrañas.
Cargo en el bolso izquierdo del saco -eso creo- una pequeña libreta con el nombre de mis amigos. Nunca la saco de su sitio, que tal si olvido donde la coloco, o, que tal si la meto en la bolsa equivocada. Ni pensarlo. Cuando llega la noche tengo que dormir con la ropa puesta -aún creo que duermo- pues temo que algún día salgo sin los pantalones y yo no pueda darme cuenta, caramba. No sé hace cuanto que no concilio el sueño. Al esta en la cama giro y giro de un lado a otro. Los ojos me arden y siento explotarlos.El sonido del reloj de muñeca me marca los segundos con su ligera onomatopeya. El corazón le sigue y cada ticccc-taccccc e hace más lento, y más lento. Me levanto y me siento a la orilla del colchón; enciendo la luz, me dirijo a la cocina, enciendo la estufa y coloco una olla espumeante de buen café. Espero. Me doy cuenta que olvide frotar el cerillo con... -no sé-, es más, ni el agua está contenida en la jarra ¿ Sí es una jarra? ¿Qué iba a hacer? Caramba. ¿Qué hago aquí?
Un día estando con mis amigos -no sé ni como llegue a donde ellos- se me olvido sentarme... ¿dondé? , ¿quiénes eran ellos?, y es más, ¿porqué hablaban conmigo? Ah, ya lo sé, son mis amigos. Bueno, eso es lo que me dice mi libretilla. Me levante -acaso estaba sentado- y no sabía hacia donde dirigirme. Caminé cinco pasos cuando sentí la necesidad de regresar. Veía a esas personas mirándome. Me hubiese dirigido hacia ellos si por lo menos recordara cómo caminar. Me sentí tan extraño, esas cosas que estaban plantadas al suelo no se movían; cuando al fin logré avanzar, un resbalón me hizo caer. No me dolía nada, aun olvidé sentir el dolor que eso provocaba. Me quedé tirado, no hallaba la forma de cómo levantarme… (Todo lo demás se muestra como imágenes en blanco dentro de mi mente).
Detesto mi vida. He olvidado tantas cosas, tantas… no es porque quiera, sino porque me es imposible retenerlas. Mirad que una vez en la que me había creído curado contraté a una chica, de esas que su empleo consta en el placer ajeno y… lo olvidé… ah, ya. Pues sí, la llevé a casa, ella me pidió que le pagara primero, según cuestiones de ética. Creía que todo era perfecto. No fue así, olvidé que aún olvidaba las cosas. Tenía ante mis ojos a la más bella mujer nunca antes creada, y desnuda; su abdomen tan perfecto, sus senos redondos y… redondos. Todo de una estética inexplicable. Caminaba lento, tan lento hacia ella. Caray. Se me olvido cómo usar las manos para desabotonarle la camisa, trataba de controlar aquello, pero había olvidado como hacerlo, dos o tres veces me golpeé la cara. No recuerdo más.
Pasado esto y restaurado el control sobre mí, me dirigí a donde ella estaba postrada. Me miraba con asombro. Había olvidado despejarme de todo lo que me cubría. Me recosté a su lado y no recordaba cosa alguna de que hacer en ese momento. Me levanté y le dije que se marchara. Ella me miró con mucho más asombro.
Olvidé el porqué de la visita de tan bella mujer. La vi parada en la puerta como si intentara salir. Le llamé y le pregunté lo que hacía. Me marcho, me contestó. Trataba de recordar que es lo que posiblemente me vendió o intentó venderme. No lo recuerdo. En otro momento llegué a espantarme. Qué tal si se trataba de una ladrona que huía por temor a ser denunciada.
Caminé hacia el baño. Frente a mí se encontraba un sujeto, me veía fijamente. Incluso cuando yo parpadeaba él seguía en su tarea de observarme. Me alejaba y se alejaba. Me pasmé pues sólo podía ver flotar su rostro a su cabeza pegada. Le grité varias veces para que se marchara. Nunca accedió. Enojado, salí de ahí – ¿de dónde?- ah, del baño. Le encerré adentro para que se le quitara lo atrevido.
Hablando de eso, ¿qué paso con la chica hermosa que necesitaba de mi ayuda? La encontré en la calle. Miraba que temblaba de frío. Le ofrecí dinero para que comprara ropa más abrigadora, porque la que llevaba no le cubría lo suficiente. Para pagar mi altruismo decidió acompañarme a casa, la miraba agitada, daba la impresión de que había terminado de correr. No lo sé. Cuando llegamos a mi morada, entró como si fuera su hogar. Qué atrevimiento.
Creo que me confundió con otra persona. Estaba como loca. Gritaba una y otra vez, con voz extraña, palabras como: ¡ay papaíto! ¡No deseas castigarme¡ Por qué razón querría yo hacer eso, nunca me hizo nada para merecerlo. Olvidé el motivo por el cual estaba conmigo. Me imagino que, después de haberle prestado dinero, la invité a comer. Sin embargo, ella no tenía hambre. En cuanto vio la recámara se dirigió hacia allá y empezó a desnudarse. Se recostó en su estado natural. Qué osadía la suya. En fin, a nadie se le puede negar el privilegio de dormir. He de pensar que se sintió incomoda por mi presencia porque un momento después se marchó.
Odio mi vida. De hecho, una vez intente terminar con ésta, pero no lo logré. En esa ocasión me dirigí a la cocina y tomé el cuchillo. Me senté frente a la mesa del comedor. Sobre ésta había un canasto con teleras –no sé cuánto tiempo hacía que estaban allí-. Tenía el artefacto en mis manos y no hallaba que hacer con él. Agarré un pan y lo corté por la mitad con el filo. Me levanté y abrí el refrigerador, saqué un frasco de mermelada. Volví a mi lugar en la mesa, coloque la... –lo olvide- junto al canasto. Olvidé nuevamente qué iba a hacer.
Han pasado semanas. Yo salgo y entro. Veo el cuchillo, el pan y el frasco. Algo muy dentro, pero muy dentro de mí, me dice que todo sirve para algo. Me quedo parado y contemplo aquellos objetos como el sujeto que no tiene conocimiento de nada… de nada.
De qué hablabamos.
José "Saiset" Gozález
Texto escrito el día 13 de octubre de 2009
Derechos reservados

2 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. Hola "Saiset", te reitero lo antes mencionado, tu faceta como poeta es la que màs admiro...definitivamente. Att. Tina

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