“Orpheus”
en Zona Tienye de Otto Dix
Amada mía, luz mía,
tu cuerpo se muestra frágil al paso del
tiempo, al paso del polvo y la luz,
tu cuerpo es una burbuja de flores y
mandrágoras,
es la clave misteriosa en la música de
los planetas, en el círculo de agua y gran rio lácteo,
un secular estrepito de los años abandonados
por la agonía del dios desventurado que no te dio tregua alguna,
lanzándote transparente para confundirte
en las tierras del sueño, donde los días son aves y caracolas,
donde la noche es una jauría de lobos
hambrientos de luna.
Amada mía, noche mía,
tu cuerpo es la estela ominosa de los
astros,
la estatua tierna que me mira, que me
reconforta con su tacto marmóreo
esta alma fatigada por la inmundicia del
espacio.
Hiperbórea,
Atlántica,
raza perdida de Eva,
origen y final,
uno y cero como la unidad universal del
nombre astronómico,
como la caída del viento sobre las manos
devoradas por la partida del animal en vigilia,
convivencia de las bestias y punto de
fuga de mis caricias ígneas,
mujer que duermes abrazada a la
omnipotencia del claro ónix
y a la desparramada llama cósmica del
cielo oculto bajo tus parpados.
Pieza única de una ingeniería exquisita,
alabanza de lo que no se puede crear,
suspiro del espíritu imantado
que se detiene en tus manos cálidas de
agua inmensa,
en tus ojos de nostálgica locura
secreta.
Amada mía, claridad mía
gloriosa debilidad mía,
acógeme en tu pecho de mujer primigenia,
lléname de colores lluviosos todas las
venas-satélites,
dame de tu vino para sanarme las
heridas,
cuídame de la ausencia que alimento día
con día,
recuéstame al lado de tu cuerpo glauco,
calma la sed que me acongoja las manos,
descúbreme
siénteme
quiero de tus labios robarte el rocío de
tus senos de amanecer
y de tu abdomen la abeja que zumba como
tormenta.
Mujer gacela, amada mía,
tráeme la bienaventuranza creadora de tu
palabra no pronunciada no capturada no conocida no presentada
y deja que tus dedos que corren como
líneas en el desierto me socorran me calmen te desnuden
quiero de tu sombra la sombra de tus
ojos
quiero de tu espalda el lunar arenoso
mujer
que participas en el orden del veinticuatro y la creación de los diez, proclama
con tu cabellera castaña eterna la desconocida naturaleza de tu cuerpo entero
mujer,
tú que has lanzado el susurro de los tiempos a través de la curvatura onírica,
permite que viva en tu cuerpo, en tu sombra, en el agua de tus piernas
paroxísticas,
muéstrame
el enigma de tu piel, el sello de tu alma encarnada, la temperatura caprichosa
de tu cintura,
muéstrame
tu fortaleza juvenil y aurea para que entiendas mi debilidad,
muéstrame
y cobíjame con la dulzura de tus puertas capitales.
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