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lunes, 20 de agosto de 2012

22 de septiembre


A Dulce
  
Aquella noche llegó a la casa con una gran caja de madera. Harry la metió con mucho trabajo a la sala. Esa noche no le presté mucha atención a aquel artefacto. Miré con asombro a Harry, sus brazos aún palpitaban la fuerza de aquel empuje que tuvo que ser sobrehumano. El reloj no dio las habituales nueve campanadas que se escuchan cuando son habitualmente las nueve de la noche. Era como si el tiempo en la habitación hubiese dejado de existir. Me levanté de la cama con paso ligero y sigiloso; dirigí una rápida mirada a la caja ubicada al centro de la sala. Cuando estuve cerca de ella la toqué, Harry de inmediato me apartó del lugar; yo no pude creer en el miedo que se reflejaba en sus ojos.
     Su miedo me lo contagió, recorrió toda mi espalda. Algo ahí dentro se movía. Me eché hacia atrás. Por alguna extraña razón me encontraba temblando. Miré nuevamente a Harry. ¿Qué sucede?, le dije. Él guardó silencio. Maldito silencio, me dije en mis muy adentros. La caja se movió con mayor fuerza. ¿Qué rayos hay allí adentro? Siguió con su silencio. Luego de quedarse mucho tiempo de pie fue a la habitación; se desabrochó la camisa, se desató los cordones de los zapatos, con lentitud se despojó de toda la ropa; se metió a las cobijas, se acomodó en posición fetal; me di cuenta que estaba asustado. No resistí el hecho de quedarme a solas en la sala. Con paso presuroso decidí acompañar a Harry en la cama. Lo abracé. Él estaba temblando. Estaba frío. La caja se seguía moviendo. Me levanté y cerré la puerta de la recamara.
     En toda la noche no pude cerrar completamente los ojos. El reloj, mientras tanto, seguía sin emitir sonido alguno. A pesar de que tenía los ojos completamente abiertos, no sentí la hora cuando Harry se marchó. Parecía que me encontraba en una especie de hipnosis. La maldita caja se seguía moviendo. Eran las ocho de la mañana. Me senté en un borde de la cama.
     A eso de las dos de la tarde mis nervios se estaban destrozando. Trataba a toda costa no encontrarme frente a frente con aquello. Algunas veces, del interior, surgían sonidos sordos y ahogados. Yo me quedaba quieta esperando algún suceso.
     La tarde llegó presurosa. Ahora que lo recuerdo, aquel día cumplíamos tres años de habernos conocido. Pero la llegada de aquella caja venía a alterar todo un universo. Dudo que se acordara.
     Harry llegó, su rostro no había cambiado en nada, de hecho parecía más perdido. Caminó hacía el baño, abrió la llave de la regadera. Cerró la cortina. Y de pronto comenzó a silbar. Un silbido alegre acompañaba la caída del agua. No comprendía nada. ¡Harry!, le grité. No respondió. Mi cuerpo se deshacía por el miedo terrible. La puerta del baño se abrió. Harry salió desnudo. Fue directo a la habitación y se colocó con esmero uno de sus mejores trajes. Lo miré con atención ominosa. La caja continuaba moviéndose. Cuando Harry terminó de arreglarse se levantó y caminó hasta donde me encontraba. Sus ojos estaban serios. Me tomó de la mano y me dejé llevar inconscientemente hasta la sala. Me soltó. Con una espátula, que no sé de dónde rayos salió, se acercó a la caja. Escuché un fuerte golpe. La caja estaba siendo abierta. Sentí que mi alma toda se abandonaba a formas terribles, a seres quiméricos contenidos en aquel objeto. Cerré los ojos. No recuerdo en que punto me desmayé.
     Las carcajadas de Harry me trajeron en mí. De inmediato pensé que él había sido poseído por aquella fuerza encerrada en la caja. Lloré. Creí que lo había perdido. Todo fue un maldito caos. Lo veía a él riendo. Sus ojos ahora estaban extrañamente alegres. Me extendió la mano para que pudiera levantarme. La rechacé por temor. ¡Aléjate de mí!, grite. Pero seguía riendo. Luego vino el sonido de dos aplausos. Hubo silencio. Luego un ruido de pisadas. De uno de los laterales de la caja salía un pequeño, gracioso mono café. Un mono café. Un pinche, puto y gracioso mono café.
     –¡Sorpresa! –Gritó Harry–. ¡Feliz aniversario!
     El muy jodido me había traído a casa un mono café como regalo.

José J. González
Derechos reservados
Publicado el 1 de marzo de 2012 en el número 2011 del Semanario El Punto
 La imagen es la misma con la que aparece publicado en el semanario

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