Y ahora más que nunca, se comprobaba todo, definitivamente me daba cuenta del terror y odio que siembra en mí esa personaja telenovelesca. Sentada al frente, emitiendo una voz irritante, que acompañada de su gestualización ridícula, estaba ella. Pues qué se cree, utiliza un gran número de palabras que me son desquisiantes. Sus ojos siempre fijos, pareciera que quisiera devorarse con ellos a su emisor-receptor. Como odio esos ojos; ni que decir de su sonrisa, es como... es como -no tengo la expresión precisa para calificarla, pero decidme ¿quien será capaz de hacerlo? Aún no nace el ser que lo haga.
Es entonces cuando pensaba en muchas cosas, pero una de ellas se reducía a un implacable ¡cállate, callate! Si supieras cuanto me haces enojar cuando enuncias tus feas, bombochas y deformes palabras. Deberían de castigarse, y con pena de muerte, por descomponer la armoniosidad del sonido, y quizá no te das cuenta de ello debido a tu grave problema de egocentrismo.
¡Cállate, cállate con un carajo! Acaso no entiendes el significado de mis pensamientos; acaso no sabes leer la inmovilidad de mis labios que se retuercen pálidos, mis labios que se quieren abrir para dejar escapar una asquerosa palabra que te tomará del cuello y te extrangulará. Es así como daré fin a tus ojos de mirada intelectual o, mejor dicho, de pseudointelectual. Y me pregunto, ¿porqué Dios lanzó a seres como tú?, si no los quiere en su espacio equilibrado, pues, solución fácil, que deje de hacerlos. Hasta allí, con la presencia de ella, nos da muestra de que su amor ahora se convierte en un odio infinito.
Es entonces cuando pensaba en muchas cosas, pero una de ellas se reducía a un implacable ¡cállate, callate! Si supieras cuanto me haces enojar cuando enuncias tus feas, bombochas y deformes palabras. Deberían de castigarse, y con pena de muerte, por descomponer la armoniosidad del sonido, y quizá no te das cuenta de ello debido a tu grave problema de egocentrismo.
¡Cállate, cállate con un carajo! Acaso no entiendes el significado de mis pensamientos; acaso no sabes leer la inmovilidad de mis labios que se retuercen pálidos, mis labios que se quieren abrir para dejar escapar una asquerosa palabra que te tomará del cuello y te extrangulará. Es así como daré fin a tus ojos de mirada intelectual o, mejor dicho, de pseudointelectual. Y me pregunto, ¿porqué Dios lanzó a seres como tú?, si no los quiere en su espacio equilibrado, pues, solución fácil, que deje de hacerlos. Hasta allí, con la presencia de ella, nos da muestra de que su amor ahora se convierte en un odio infinito.
Cuento escrito el día 22 de octubre de 2010
José "Saiset" González.
Caballero de la Sacra Orden de la Letra Púrpura.
Derechos Reservados
Que chido K!!
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