De la inconsciencia de aquel sujeto había surgido un diminuto ser, se presentó en la realidad como una canica pequeña.
Rodaba en el piso, de un lado a otro, su frágil cuerpo se movía dentro de tal artefacto. Con las manos tocaba la estructura interna de su contenedor.
El hombre, como dudando de la percepción, moviendo la cabeza de derecha a izquierda, se da cuenta que está solo. Solo en su más intima soledad. Con forme avanza aquella transparente esfera, él se aleja dando pasos hacia atrás, no obstante, se ve truncado por la pared. Sin esperar más. Se agacha y mira a tan extraño y singular ser. El horror le cubrió los ojos. Se había dado cuenta que aquello era una copia de su imagen desgastada.
José "Saiset" González
Texto escrito el día 18 de octubre de 2009
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