S/T. Gerson Corso
Nos descubrimos un instante donde tu tiempo y mi tiempo se conjugaron para hacerse nuestro tiempo, como cuando el verano se hace de las hojas y la caída; y las hojas y su caída se hacen del verano, así somos; un complicado teorema matemático, una ecuación lanzada al universo para ser resuelta nunca.
El espacio se hizo uno, uno incalculable y siempre eterno como la locura de las aves que pasan lentas un Chopin de manos clarividentes; somo acaso como esos dos viajeros que terminan por encontrarse después de vidas enteras sin estar el uno con el otro, entendiendo, conociendo, presintiendo el juego de sus propias presencias incorpóreas a lo largo de los días.
Te he dicho de los gorriones que tengo atrapados en las arterias, de esas terribles aves que rasgan mi mente, toda mi mente y cabeza, haciéndola un desenfrenado poema de soles y lunas que ni siquiera yo alcanzo a comprender. ¿Qué somos? Los gorriones en su ventura me responden, te responden, nos responden, ¿no los escuchas?, quizá puedas hacerlo si me acerco más hasta tenerte cerca de mis labios y mis ojos.
Somos reencarnación futura cuando todo concluya y nada me ate y te ate; nos somos cuatro letras en potencia capaces de expandir universos en un sólo beso sobre las escaleras, alejados del bullicio y la tortura monótona de los otros, de ellos que nos miran y miran.
Somos un estado suspendido entre dos pensamientos atrapados el uno en el otro, multiplicándose, saltando a la vista mi deseo del siempre. Claro que nos descubrimos en ese instante que se prolongo días completos hasta hoy.
Somos, ¿qué quieres que seamos, si lo somos sin que nadie lo sepa?
José J. González
Derechos reservados
05-enero-15
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